Durante los últimos años se ha producido un proceso de concentración financiera cuya inercia sigue vigente. Paralelamente, los mercados se liberalizan, la competitividad aumenta, y las empresas se ven obligadas a reorientar su gestión hacia la creación de valor, mientras aparecen nuevos productos y mercados que requieren tomar decisiones en tiempo real.
En este contexto tan incierto, es necesario que el perfil del director financiero trascienda las clásicas tareas de control para ir más allá. Cada vez se valora más su capacidad de analizar y resolver problemas en las diferentes áreas de la empresa, y adquiere gran importancia su habilidad para afrontar el efecto de la información en la rentabilidad de las inversiones y de asesorar adecuadamente a unos clientes que están mejor formados y más preocupados por comprender productos financieros complejos.