De postureo, nada. Llega el buen rollo a los Recursos Humanos
08 de Noviembre de 2016
08 de Noviembre de 2016
Por: Susana Carrizosa, Periodista colaboradora de El País
Más les vale a las empresas ponerse las pilas. Los nacidos entre 1981-1996 (Generación Y) traen sus mochilas y bolsos personalizados cargados de nuevas exigencias laborales a las que las compañías han de responder desde su visión más creativa para atraerles, generarles compromiso y aprender a retener su digitalizado talento. Y es que en un plazo de cuatro años a no más tardar estos jóvenes que se hicieron mayores de edad con el nuevo milenio (Millenials) representarán nada menos que el 40% de sus plantillas y para 2025 cerca del 75% en todo el mundo.
La generación más numerosa de todos los tiempos, trae la revolución laboral en su ADN. No hay nada como darse un paseo por las empresas tecnológicas o start ups, nacidas al amparo de su iniciativa digital emprendedora, para darse cuenta de que este tremendo salto generacional es real y no postureo. Ante todo, reina un ambiente horizontal, donde no hay despachos, ni cerrados ni abiertos porque impera un diálogo colaborativo y realmente se trabaja en equipo.
En este espacio triunfa el buen ambiente y el buen rollo, se aplauden literalmente los aciertos y no se entiende de horarios sino de productividad por objetivos y resultados. Hay un ego que viste informal y al que hay que alimentar con reconocimientos inmediatos, promoción en su carrera, flexibilidad, tiempo libre y libertad.
Las compañías no pueden dormirse en los laureles y sus departamentos de Recursos Humanos lo saben. Están en el tiempo de descuento para aceptar que asistimos al ocaso de la cultura presencial, de los méritos por reconocer, de las evaluaciones anuales y la filosofía de meter a los empleados en un mismo saco. Se impone aprovechar sus mejores estrategias para molestarse en primer lugar en conocer a fondo a estos jóvenes para quienes es crucial la forma en que las organizaciones tratan a sus empleados, les identifican y valoran su trabajo.
Acabar con la rigidez de las estructuras y desdibujar jerarquías es el nuevo must, porque la Generación Y demanda jefes cercanos, accesibles que ayuden a crear buen ambiente.Las organizaciones pueden, además, aprovechar su espíritu inquieto para desarrollar sus mejores políticas de movilidad. Las evaluaciones del desempeño han de ser personalizadas, con identificación inmediata del logro y reconocimiento salarial sobre el que eligen paquetes retributivos que incluyan beneficios sociales (incentivos a corto plazo, planes de previsión social, ayudas a su formación de hasta el 100%, a guarderías, tiempo libre…).
Como estos jóvenes buscan crecer y avanzar rápidamente será indispensable la aplicación de programas de mentoring en doble sentido, porque si bien agradecen un guía dentro de la organización, su ansia de protagonismo les conduce a querer enseñar sus habilidades y herramientas tecnológicas a otras generaciones. Como carecen de apego y se aburren con facilidad, una buena táctica será involucrarles en diferentes proyectos y con distintos equipos de los diferentes departamentos.
De igual modo se impone potenciar los entornos sociabilizadores, en los que se apuesta por el fomento de las actividades del empleado (deporte, cultura, eventos, divertimento...) así como generarles entusiasmo y orgullo por permanecer en la empresa, inputs necesarios para el joven tecnológico que quiere pasarlo bien en el trabajo sin que ello suponga merma de su productividad. Y por supuesto como me cuenta el socio director de People Matters, Antonio Jiménez, un cambio radical en las compañías de su estrategia del tiempo "ya que la empresa no está acostumbrada a gestionar gente más libre.
El esfuerzo de las organizaciones para atraer a este talento que razona en virtual, pasa finalmente por contribuir con innovadoras propuestas a la mejora del medio ambiente y llevar a cabo una política de responsabilidad social corporativa de la que sentirse orgullosos. Todo ello sin perder de vista la ética empresarial si no quieren ser, en menos que canta un gallo, la comidilla en redes sociales, que es lo que tardaría un millenial en tuitear, whatsapear, facebookear o linkear una denunciada mala praxis.