Inversión y ahorro empresarial: España el alumno aventajado en Europa
12 de Julio de 2017
12 de Julio de 2017
Por Pablo Contreras, profesor del Máster en Dirección de Marketing y Gestión Comercial de EAE Business School
El año 2013 marcó el inicio de la recuperación de la economía española, tras unos años durísimos como todos sabemos. A partir de ese año los indicadores macroeconómicos empezaron a mejorar claramente, con especial reflejo en los datos de empleo, renta per cápita y muy especialmente en el estado de ánimo de las personas, algo difícil de medir pero cualitativamente muy importante. Todo ello se está haciendo con duros ajustes y sacrificios, dentro de una economía "dopada" como la española requería y que han dejado por el camino puestos de trabajo y empresas.
Sin embargo, estos ajustes, basados en una batería de reformas tan criticadas como alabadas, como la laboral o del sistema financiero, han permitido situar a la economía española en una situación que, en algunos aspectos, ya envidian muchos de nuestros socios europeos. Y muy destacablemente, el dinamismo de la inversión empresarial, que aumenta en España a tasas que triplican las europeas, según datos de Eurostat.
Efectivamente, según dicha fuente, entre 2012 y 2016, las empresas españolas aumentaron sus niveles de inversión en maquinaria y bienes de equipo en casi 30 puntos, triplicando la media de la zona. Ello supone un aumento desde 2012, nada menos que de un punto del PIB, en torno a unos 10.000 millones de euros, que se compara con el exiguo crecimiento de dos décimas de PIB registrado en la eurozona durante el mismo periodo.
Este hecho, ya de por sí destacable, lo es aún más si consideramos que, simultáneamente, las empresas españolas están siendo capaces de recortar su endeudamiento. Sabemos que lo habitual, en épocas de bonanza, es que las empresas acometan inversiones mediante un mayor apalancamiento, con la expectativa de que las rentabilidades adicionales generadas por dichas inversiones permitirán retornar el coste de esta financiación externa.
Sin embargo, se está dando un proceso que podríamos calificar de "círculo virtuoso", facilitado por el aumento de márgenes del que se están beneficiando las empresas, gracias al mencionado conjunto de reformas, y a factores del entorno favorables como una contención en los precios del petróleo y las materias primas, una coyuntura más favorable a las exportaciones españolas y un "efecto aprendizaje" del empresariado español que, sin duda, ha extraído importantes lecciones de la crisis. Podemos decir que las empresas españolas están aprovechando inteligentemente las buenas circunstancias para sentar las bases de su crecimiento futuro sin los lastres del endeudamiento.
Sin embargo, el comportamiento de las empresas no es homogéneo. Están las empresas que invierten sin endeudarse más y las que no invierten pero reducen endeudamiento. El efecto neto es el indicado, sin duda positivo para el conjunto de la economía.
Sabemos que la inversión productiva está en la base del crecimiento futuro y de su sostenibilidad. Si ello se hace sin necesidad de endeudamiento, mejor que mejor, ¡buenas noticias! Pero, ¿son sostenibles a largo plazo los factores que han llevado a las empresas españolas a invertir y ahorrar simultáneamente? ¿Los costes salariales, financieros y de las materias primas se mantendrán a niveles tan bajos como los que han facilitado este proceso? ¿Qué papel han jugado en todo esto factores, sin duda favorables, como el bajo precio del petróleo o la política monetaria del Banco Central Europeo?
Los círculos virtuosos, como el indicado, no son fáciles de construir y siempre suponen sacrificios, pero, cuando existen o se consiguen, hay que procurar mantenerlos. No en vano, éste, en particular, ayuda a reducir el elevado paro del 17% de la población activa que aún soportamos, si bien al precio de una elevada precarización laboral y de una reducción de los salarios del 11% durante la crisis.
¿Seguirá recayendo este proceso en la misma medida en los costes laborales? La Ministra de Empleo reclamó recientemente una "recuperación integradora" que se traduzca en mejoras salariales y laborales. Estas mejoras ayudarían a dinamizar la demanda interna y a reimpulsar el crecimiento, sin duda, pero deben plantearse sin poner en riesgo los factores que están ayudando a crear puestos de trabajo y a generar una base productiva más sólida y sostenible, basada en el anhelado nuevo modelo productivo.