La transparencia, una herramienta para las startups
14 de Noviembre de 2017
14 de Noviembre de 2017
Por: Rafa Bernardo, periodista de Cadena Ser
La transparencia es una de las palabras (y de los valores) de moda. Se ha colado –para quedarse- en el vocabulario de las grandes compañías: en el Código de Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas de la CNMV el término aparece 18 veces en 50 páginas; también, en el acervo de la Administración Pública (este mes de diciembre celebramos el cuarto aniversario de la Ley de Transparencia), e incluso algún filósofo nos dice que vivimos en la sociedad de la transparencia (aunque, en este caso, la palabra no arrastre connotaciones positivas). Pero ¿qué papel juega este concepto en el universo de los emprendedores?
El consenso de la literatura parece inclinarse por que la irrupción de este valor es sin duda positivo para las startups. La transparencia en las cadenas de producción, en el trato a la mano de obra, en el origen de los productos o en los procesos de fabricación ayuda a las pequeñas compañías con conciencia y que elaboran sus productos de manera responsable a diferenciarse de unas grandes empresas con las que no pueden competir en costes, velocidad o volumen, pero que no resisten un escrutinio detallado sobre sus prácticas medioambientales o laborales.
El pequeño tamaño y la estructura más horizontal de las startups les permite ser también más abiertas en materia de remuneraciones, con un buen puñado de firmas que ya aplican transparencia total o amplia sobre los salarios de su personal. Aunque en algunas experiencias se apunta a que esta práctica ha generado envidias o salidas de la empresa, los beneficios superan con mucho los problemas en su aplicación: disminución notable de la brecha de género y otras discriminaciones, mayor apego a la empresa, menos cultura del secretismo en el lugar de trabajo…
La causa de la transparencia en el mundo empresarial y del emprendimiento recibe también el espaldarazo de las organizaciones internacionales que apoyan el desarrollo, como UNCTAD, que estimulan a los gobiernos a diseñar soluciones online fáciles y completas para que las empresas puedan darse de alta y cumplir con la legislación, y todo para lograr objetivos como luchar contra la corrupción y combatir la economía sumergida: un caso claro en el que la transparencia se combina y alimenta a otros valores en auge, como la rendición de cuentas (accountability) o la difusión de buenas prácticas.
Por supuesto, una apuesta demasiado decidida por la transparencia corre el riesgo de convertirla en un fetiche, generando efectos perniciosos por no saber cómo explicar en la organización con claridad qué objetivos se busca conseguir o qué mecanismos y salvaguardas se aplicarán para evitar excesos y problemas. Y así como hemos visto que la transparencia se asocia a otros conceptos positivos que tienen que ver con el buen gobierno de las organizaciones, también puede ocasionar falta de productividad o pérdida de creatividad. Transparencia no significa escudriñar todo, controlar constantemente o someter a crítica cada paso: ¡ojo con los micromanagers!