No estamos tan mal
06 de Junio de 2019
06 de Junio de 2019
Por: Rafa Bernardo, periodista de Cadena Ser
Como uno de los pasatiempos nacionales más acreditados consiste en lamentarse del mal estado de la situación, sea cual sea el sector del que estemos hablando (también en el ámbito del emprendimiento), hay que celebrar que una institución de referencia como la OCDE facilite una herramienta útil y completa para ver las cosas con perspectiva. La recientísima publicación del nuevo informe de referencia de la organización internacional en materia de emprendimiento, SME and Entrepreneurship Outlook 2019, contribuye a poner las cosas en su sitio, con datos y comparativa internacional. Y un primer diagnóstico que emerge de la lectura de este documento podría ser, en relación con España, que no vamos tan mal.
Sin duda, hay buenas razones para lamentarse de las dificultades de financiación o de las barreras burocráticas que aquejan a las nuevas firmas, pero quizá sorprenda a algunos que precisamente en esas dos categorías España está entre los países que mejor puntúan del conjunto de las 36 economías que integran la OCDE. No es que la situación sea para felicitarse (el informe señala, por ejemplo, que hay que hacer más para eliminar las diferencias regulatorias entre Comunidades Autónomas, que impiden la consolidación de un mercado único), pero sí que conviene abandonar la cantilena de "como aquí de mal, en ningún sitio", porque sencillamente no se corresponde con la realidad. Resulta particularmente interesante que en los indicadores que miden el impacto favorable del sector público sobre la actividad emprendedora la puntuación suele estar en la media o por encima, refutando uno de los tópicos más extendidos sobre la relación empresas-administraciones.
Aunque la evaluación general de España en el informe resulte positiva, hay mucho que mejorar, sin duda, y entre lo más sangrante está el "extremadamente elevado" precio de la banda ancha fija, categoría en la que estamos en la peor posición comparativa de la OCDE, el precio de la electricidad (en el que caemos por debajo de la media de la organización) o el acceso por parte de las pequeñas empresas a equipamientos tecnológicos, en la que también estamos en la parte baja de la tabla.
Además de estos problemas de alcance inmediato, hay otros de más largo recorrido y que requerirán de una acción sostenida, como la productividad de las microempresas, un sector clave en el conjunto del panorama empresarial (39%), pero que sólo aporta el 24% del valor añadido; también la necesidad de diversificación sectorial, porque la creación de negocios va en paralelo con el modelo productivo tradicional, en el que predominan las actividades inmobiliarias, el comercio y la hostelería (en total, en esos tres sectores se crean dos terceras partes de las nuevas empresas españolas). Y quizá la clave más importante, una preocupación que recorre todo el documento pero que tiene mucho relieve en España, es la de la formación y las habilidades de la población: la polarización entre los puestos que requieren elevada cualificación y baja cualificación es especialmente marcada en la economía española, una cuestión que debe preocupar cuando el desafío de las próximas décadas -y en esto coinciden todas las instituciones y organizaciones internacionales- es el crecimiento de las desigualdades en un entorno económico-laboral marcado por la digitalización y la globalización.