Los buenos (y no tan buenos) pronósticos del FMI sobre la evolución de la economía española
20 de Octubre de 2016
20 de Octubre de 2016
Por: Rafael Cabarcos, profesor de MBA de EAE Business School
El último informe sobre 'Perspectivas Económicas Mundiales', publicado por el Fondo Monetario Internacional hace apenas unos días, es singularmente positivo para la economía española, al menos en sus grandes titulares, ya que prevé para nuestro país un crecimiento en este ejercicio del 3,1%, cinco décimas por encima de la anterior previsión que llevó a cabo este mismo organismo durante el mes de julio.
España se sitúa, de esta manera, como el país con mejores perspectivas entre los más avanzados para este segundo semestre, creciendo en el conjunto del año exactamente lo mismo que la media mundial. Algo paradójico si se tiene en cuenta que el propio Gobierno sitúa el avance de la economía por debajo de esa cifra, en concreto en el 2,9%, lo que ya le provocó recibir no pocas críticas desde ciertos sectores de la opinión pública por su excesivo 'optimismo'.
Sin embargo, una vez nos alejamos de las luces de neón de lo evidente, el documento revela algunos datos que no invitan tanto al entusiasmo. La tasa de desempleo, según el FMI, cerrará 2016 en el 19,4%, situándose en el 18% para el año siguiente, lo que dejará a España como el segundo país de la Eurozona con mayor paro, sólo por detrás de Grecia. En el lado contrario, la locomotora económica del Viejo Continente, Alemania, ubicará su nivel de desempleo por debajo del 5% en este 2016, a pesar de que el crecimiento de su economía será del 1,7%.
Tampoco son buenas las advertencias que lanza el FMI sobre el excesivo crecimiento de la deuda pública, que ya ha superado con holgura el 100% del PIB en España, y que obligará al Ejecutivo a retomar las medidas fiscales necesarias para ajustar las Cuentas Públicas. Y es que, a pesar de la reciente e impopular reforma del Impuesto de Sociedades para aumentar los ingresos en 8.000 millones de euros, el lastre que supone, por ejemplo, el déficit del 3,27% sobre el PIB del conjunto de las Administraciones Públicas, empujará al Estado a seguir haciendo malabares económicos para contrarrestar al máximo posible el notable desfase actual.
La ansiada estabilidad política con la formación de un nuevo Gobierno, sin duda, servirá para dinamizar todavía más esos brotes verdes de la economía, que ya se manifiestan desde hace algunos meses en un mayor consumo de los hogares y en un sustancial repunte de la inversión. Un eco que llama a una cierta euforia contenida en el medio plazo y que aún debe manifestarse, por ejemplo, en el cambio de tendencia en los precios, a la baja desde hace algunos trimestres y que hará que la inflación cierre el año con un descenso del 0,3%.
Con todo, la evolución de la coyuntura internacional tendrá, sin lugar a dudas, un impacto significativo en el devenir de la economía española. Y es aquí donde el análisis no llama precisamente a la euforia: el FMI apenas pronostica un crecimiento este año de EE.UU. del 1,6%, mientras que algunos de nuestros vecinos europeos lo harán todavía menos (Francia, un 1,3%; Italia, un 0,8%). Sólo Reino Unido, con un pronóstico del 1.8%, parece aguantar el tipo, aunque, eso sí, bajo un elevado grado de incertidumbre ante las futuras consecuencias de un Brexit convertido ya en una futura realidad merced al deseo de la mayoría de los ciudadanos británicos.