Revista Talent Alumni: Aprender a emprender es posible
19 de Octubre de 2020
19 de Octubre de 2020
Durante mucho tiempo el debate entre empresarios y escuelas de negocios ha sido: “El emprendedor, ¿nace o se hace?”. Ahora podemos decir que, si la persona no nace emprendedora, puede aprender a emprender. Por tanto, si no nace, se hace.
La corriente de pensamiento actual define el emprendimiento como una habilidad que se puede aprender y entrenar. El aprendizaje requiere intención, motivación y constancia. Su entrenamiento mejora el carácter y la inteligencia.
La aventura de la persona que desea emprender comenzará con la intención. Sin deseo de emprender, no hay emprendedores. Se trata de un deseo que nace en la persona de forma íntima y que será la base del proyecto. Con el deseo en movimiento, llegará la pasión.
Sin embargo, intención y pasión serán solo la condición inicial que excitará el impulso emprendedor. Los emprendedores, para seguir adelante, necesitarán además motivación. Una motivación que puede ser ganar más dinero, “ser mi propio jefe” u “ofrecer a mis hijos las oportunidades que yo no tuve”. Los emprendedores han de conocer su motivación y tenerla clara, pues esta orientará su esfuerzo y les mantendrá enérgicos en momentos de adversidad.
La siguiente condición será la avidez por aprender. No importa si los emprendedores tienen 19 u 84 años. En su aventura por aprender, leerán, estudiarán y se informarán sobre los retos del sector y del entorno socioeconómico en el que viven; participarán en networks con sus competidores y colaboradores, y siempre estarán dispuestos a ampliar conocimientos a través de mentores, consejeros y consultores. Esta avidez por aprender requerirá también humildad para dejarse ayudar.
Los emprendedores se convierten así en científicos entregados al método prueba-error, tan humano como antiguo. No se avergüenzan de sus errores y los convierten en un orgullo. “Un fracaso es solo una experiencia de la cual todavía no he obtenido un aprendizaje”, me explicaba una vez un emprendedor.
Ahora bien, no todos los emprendedores son iguales. Algunos se lanzan con una intención clara: autoemplearse. No prevén crecimiento, grandes inversiones o expansión. Su único objetivo es ganar dinero suficiente para cubrir sus gastos, vivir bien y darle una buena educación a sus hijos, hasta que puedan valerse por sí mismos. Son emprendedores artesanos.
En otro extremo, encontraremos emprendedores que arriesgan todo por una idea o un sueño. Emprendedores que disfrutan con el riesgo, la acción y la adrenalina de estar en movimiento en el mundo de los negocios. Unos triunfan, crecen con su empresa o la venden cuando está en el punto más alto. Otros fracasan, pierden todo su patrimonio, pero al poco tiempo vuelven a lanzarse con ilusión en un nuevo proyecto.
Este otro perfil es el que habitualmente tenemos en mente cuando nos referimos a personas emprendedoras. Personas decididas, activas, valientes, capaces, arriesgadas, ávidas de experiencias y nuevos aprendizajes. Personas con espíritu guerrero que perseveran en su objetivo a pesar de las dificultades.
En una ocasión, una mujer me decía que su marido “trabajaba sin conocimiento”. De esta forma me explicaba que su marido trabajaba sin descanso. 14 horas al día, 7 días a la semana. Esta mujer tenía miedo de que su marido perdiera el conocimiento de tanto trabajar. Sin embargo, él defendía que este era su modo de vida: “¡Sacarle todo el jugo a la vida!”.
Pasión, motivación y perseverancia son cualidades de los emprendedores, pero también liderazgo y equipo. Las grandes hazañas raramente se consiguen solas. Los buenos líderes y las grandes hazañas necesitan el apoyo de un equipo profesional.
Los emprendedores, como líderes de equipo, ejercen su influencia a través de su ejemplo positivo. Se esfuerzan por fomentar un entorno de apoyo mutuo y motivan a todo el equipo a mejorar personal y profesionalmente. El resultado será un equipo unido orientado a conseguir un objetivo común. Los emprendedores se convierten en modelos de referencia que inspiran confianza y confieren poder a las personas para llevar a cabo aquello que sean capaces de imaginar.
Algunos rasgos de carácter que los alumnos de MBA de EAE Business School identifican en los emprendedores son: personas carismáticas que generan confianza; predisposición al riesgo; optimistas; ambiciosos; trabajadores; determinados; soñadores; sensatos; ingeniosos y pragmáticos.
¿Qué pasaría si yo tuviera la intención de emprender, pero me faltaran rasgos de carácter emprendedor? Podrías actuar como si ya fueras emprendedor/a. Podrías observar un modelos de emprendedor/a con el que te identifiques, escoger algunas de sus conductas que supongan un reto para ti, y tratar de imitarlas repetidamente, hasta integrarlas en tu repertorio de habilidades personales.
Inteligencia práctica
Otra forma de aprender conductas emprendedoras consiste en desarrollar la inteligencia práctica, un concepto tomado del psicólogo Sternberg (1985). Sternberg diferenciaba tres tipos de inteligencia: analítica, creativa y práctica. Con la inteligencia analítica, asimilamos conceptos y trabajamos problemas bien estructurados que nos llevan a soluciones concretas (por ejemplo: un problema matemático). Con la inteligencia creativa, relacionamos informaciones previas con otras actuales y trabajamos problemas complejos, con variables múltiples y con varias posibles soluciones. Una vez escogida la solución, imaginamos sus posibles consecuencias (por ejemplo: análisis de casos prácticos).
La inteligencia práctica organiza el aprendizaje implícito que obtenemos por la experiencia. Lo que solemos llamar know-how. Con el conocimiento implícito ocurre que no sabemos lo que sabemos hasta que ejecutamos la acción. A partir de este conocimiento, nos adaptamos al entorno o seleccionamos otro diferente más alineado con nuestros objetivos. También es el tipo de conocimiento que ponemos en funcionamiento en los procesos de toma de decisiones durante la implementación de los proyectos.
En mis clases de Emprendimiento en EAE, le pido a mis alumnos que escojan un proyecto pequeño que puedan llevar a la práctica. No tiene por qué ser una idea brillante o revolucionaria, puede ser organizar una fiesta, un campeonato de fútbol o un evento lúdico de network. Lo importante es que ejerciten la inteligencia práctica y se enfrenten a las dificultades de llevar a cabo una idea, por pequeña que sea.
Hay una relación directa entre el éxito del emprendedor y su inteligencia práctica. Ahora que sabemos que se puede aprender a emprender entrenando la inteligencia práctica, mi recomendación para los emprendedores será que os expongáis continuamente a experiencias nuevas; que disfrutéis de la acción sin importar los resultados; que os dejéis llevar por el deseo de mejorar y por el trabajo duro; que perseveréis y continuéis adelante con ilusión y pasión en vuestro proyecto, cualquiera que este sea. En resumen, que viváis de forma plena hasta sacarle todo el jugo a la vida.
Referencias:
Sternberg, R. J. (1984). Toward a triarchic theory of human intelligence. Behavioral and Brain Sciences, 7 (2), 269-287.