El desplome de las criptomonedas: ¿qué está pasando?
17 de Marzo de 2022
17 de Marzo de 2022
¿Y si estamos ante el fin de fiesta en las criptomonedas? Bitcoin y otras monedas virtuales enfrentan un 2022 muy poco optimista. En apenas diez años de vida, la tendencia al alza ha sido mayoritariamente constante, con tropiezos escasos que no han frenado la fiebre cripto. Sin embargo, desde el año pasado, después de una escalada espectacular en el primer trimestre, los signos de agotamiento empiezan a ser considerables.
Desde noviembre, con el pico máximo por encima de los 56.000 euros, Bitcoin ha caído hasta 35.000. Las alarmas no han tardado en sonar, en especial en un mes de enero en que se escenificó el mayor batacazo. Además de Bitcoin, Ethereum se dejó un 49% de su valor y Dogecoin, un 56%. En solo dos días de diciembre, el sector perdió 2.200 millones dólares de valoración. Las empresas de criptoactivos han sido las primeras en verse golpeadas, lo que retroalimenta la cadena de escepticismo e, incluso, se traduce en problemas en las bolsas regulares.
Los negocios y las bolsas de valores no son ajenas al mundo exterior. Es más, son tremendamente dependientes del contexto. Esta situación se replica en el mercado de criptomonedas, a pesar de que hasta ahora la euforia parecía no poder malbaratarse con lo que sucediera fuera del universo “blockchain”. El declive de los criptoactivos, aunque las primeras manifestaciones vienen de antes, podría haberse agravado por la irrupción de la variante ómicron de coronavirus justo cuando todos respiraban aliviados con la esperanza de un final inminente de la pandemia.
Los tímidos indicios de recuperación se han topado luego con la altísima conflictividad internacional y el estallido del conflicto en Ucrania, cuyo alcance es aún insospechado. Desde hace ya meses, la dependencia entre las criptomonedas y las bolsas de valores mundiales se ha estrechado. Y el miedo al riesgo en los mercados podría arrastrar a las monedas virtuales, que a su vez arrastran hacia abajo a los mercados bursátiles. Un ejemplo son las plataformas de compraventa de criptos como Coinbase, que cotiza en bolsa y ha visto cómo la espantada de inversores se ha comido más de la mitad del valor de la firma.
Hacía tiempo que no se vivía en Estados Unidos y Europa una inflación tan creciente, una situación ya compleja que se ha agravado por el contexto geopolítico. Ante esta situación, los bancos centrales han empezado a tomar cartas en el asunto. Sin ir más lejos, en enero la Reserva Federal estadounidense decidió subir los tipos de interés. Esta situación aleja a los inversores en aguas turbulentas.
Según Coinbase, “una característica que hace que las criptomonedas (especialmente Bitcoin) sean tan atractivas para los inversionistas es la idea de que tienen una mayor resistencia inflacionaria que las monedas fiduciarias como el dólar estadounidense”. En este sentido, las criptos estarían protegidas e incluso servirían de refugio. Pero en la práctica, el contagio con las monedas tradicionales parece cada vez más patente.
Otro aspecto que podríamos llamar “intervencionista” lastra la progresión de las monedas virtuales. Se trata de la regulación o prohibición de la “minería” o el “minado”, un proceso que es fundamental en divisas electrónicas como Bitcoin. El minado consiste en la explotación a través de ordenadores para resolver los algoritmos planteados por la red y que, una vez solucionados, se premian con incentivos que suelen ser unidades de criptomoneda.
El minado se expandió pronto por toda China y precisamente las prohibiciones en este país están detrás de buena parte de las caídas en el valor de las monedas virtuales. En octubre el gigante asiático incluyó la minería de criptomonedas en su lista negra de actividades. El desplome fue inmediato. Pero ahí no acaban las malas noticias para la minería. En enero de este año, Rusia y la UE anunciaron restricciones a esta actividad, que podrían llegar a una eventual prohibición.
Es verdad que los varapalos a las monedas virtuales han sido fuertes y varios en el último semestre, tanto que la cotización de Bitcoin llegó a caer a la mitad en julio de 2021 y, después de otro empujón el alza hasta noviembre, no levanta cabeza. Pero los expertos no creen que estemos ni mucho menos ante el fin de las criptomonedas, sino más bien en un proceso de tensión debido a las regularizaciones y las circunstancias económicas y sociopolíticas. La volatilidad es la seña de identidad de muchos activos electrónicos desde su origen: es un fenómeno tan novedoso y disruptivo que está expuesto a grandes alzas y bajas.
En estos momentos, se libran buena parte del futuro de las cripto, que hasta ahora ha caminado de manera más autónoma, pero empieza a confluir con las monedas fiduciarias y los intereses estatales.