Sobre la transformación digital del gobierno
23 de Marzo de 2022
23 de Marzo de 2022
Desde un primer momento, hemos planteado que la transformación digital, va más de personas que de tecnología. Así también, al ser personas las que “cargan” con esta responsabilidad (¿obligación impuesta?), la cultura y la cuestión generacional adquieren un papel determinante. Tanto para las empresas, las instituciones, las organizaciones lucrativas, y claro está, el ente gubernamental en todos sus niveles.
El conjunto de decisiones que se toman enfocadas en dirigirse hacia o la transformación digital del estado y sus extensiones debe ser una política de estado.
En estados con menos recursos y con aún más camino para desarrollar en áreas como la salud, educación, seguridad y trabajo, la planificación debe colocar a la tecnología como un puente. Su objetivo deberá ser volver más eficientes las inversiones de los recursos escasos.
La tecnología tiene que ayudar a dar saltos cualitativos y cuantitativos, agregando un valor real a costos accesibles para un estado.
La estrategia a asumir debe ser respaldada con verdadera decisión política por parte de todo el estado. Debe ayudar a trazar un camino con impacto real a corto, mediano y largo plazo.
Serán muchas las definiciones que, si no se debaten y acuerdan entre los diferentes actores políticos (de diferentes espacios, no solo quienes gobiernan), se corre el riesgo de caer en el ciclo repetitivo y decreciente de mala inversión, cambios constantes, modificaciones o anulaciones de programas, “solo por ser de la contra”.
Debe existir un consenso político que defina un claro camino a seguir, en el cual se busquen básicamente 2 grandes objetivos:
Con respecto al desarrollo de industrias y sectores, hablaremos en otra oportunidad, hoy nos centraremos en la transformación o aventura digital en la que debería emprenderse el estado en pos de aprovechar el momento actual, para lograr avanzar en esta materia.
Es interesante aclarar que un plan estratégico que lleve adelante un ministerio o secretaría (muchas naciones cuentan ya con ministerios de modernización, tecnología, secretarías de aceleración digital…) no es una cuestión departamental sino de impacto y aplicación en todos los ministerios de un estado.
Para poder llevar adelante un programa que alcance a todas las áreas de la sociedad, de las industrias y de los puntos donde la gobernanza se relaciona con los ciudadanos se deben pensar estructuras sólidas y capacitadas. Se debe contar con inversión en procesos, software, hardware y sobre todo en capital humano para sostener todo este proceso de cambio.
También sería interesante, que se generen acciones concretas que estimulen el desarrollo de la industria tecnológica, apoyando en contrataciones, formaciones, incentivos e incubadoras.
Hablando del capital humano, hay un tema no menor, que es la capacidad de la clase política, de quienes gobiernan, para no solo internalizar los procesos de digitalización, sino también de desarrollar nuevas maneras de gobernar. Hablamos de nuevas maneras de acercarse a la ciudadanía, de tratar cuidadosamente los datos, de transparentar inversiones, gastos, y destino de los impuestos. Esto es un desafío muy importante dado que comienza no con quien gestiona en este caso, sino en quien elige a sus gobernantes.
¿Choque de intereses?
Dado que no es una cuestión de señalamientos, pero sí una cuestión humana, creo que este último punto dispara a pensar sobre hasta qué punto le es “beneficioso” para quien controla el estado la apertura de bases, acceso a datos o la automatización de los procesos gubernamentales.
Tengamos en cuenta que el manejo de los datos es también una manera de medir las ineficiencias, la sobre estructura, las pérdidas de tiempo y demoras que generan cada vez más reclamos.
Este tipo de situaciones a las que nos dirigimos como sociedad, quizás podrían despertar cierta reflexión en disparadores como:
El reto que tenemos por delante como sociedad prosumidora (consumidora y productora), con la capacidad (y obligación) de elegir a sus dirigentes políticos, debe buscar sus respuestas en planes que involucren a todos, para ofrecer un camino sólido, eficiente y ágil, tanto para las empresas, como para las personas, como para los gobiernos.
No solo se deben simplificar pasos y procesos, para lograr devolver el tiempo a las personas, sino que también debe modernizar el desarrollo económico en todos los sectores, como potenciar aquellas industrias con base en el “conocimiento”.
Algunos datos que pueden ayudarnos a comprender. En Latinoamérica, por ejemplo, se estima para el 2030/2035 achicar ampliamente la brecha “digital”, se podrían generar cerca de 500.000 millones en nueva actividad económica, sumados a casi medio millón de nuevos empleos anuales, en toda la región.
En España está comenzando la implementación del programa de digitalización, “kit digital”, que busca dinamizar y digitalizar la gestión todo tipo de empresas (cuenta con 3 bloques para grandes empresas, Pymes y autónomos). Esta oportunidad se apalancará en el ecosistema digital desarrollado con empresas, consultores y freelancers trabajando, brindando apoyo para extender y ayudar a entender que es lo que se está digitalizando. No es solo vender en la web lo que se busca, sino un grupo coordinado de acciones que ayuden a dar un paso adelante a toda la economía en su conjunto.
La gran cantidad de bootcamps que se vienen generando, sumada a la accesibilidad a formarse por internet ya se de manera oficial y profesional en casas de estudios tradicionales, como así con empresas de educación online más flexibles (y cercanas a la necesidad del mercado). Todas aportan y ayudan en acrecentar la masa de nuevos trabajadores (y no tanto), que buscan desarrollar habilidades que, en principio, serán (son) demandas en un futuro (no muy lejano).
A pesar de la cierta negatividad que pudo haber tenido este trayecto descriptivo hasta aquí, creo que no podemos dejar de apreciar y festejar algunas situaciones que se han dado para mejorar este debate y punto de reflexión aquí alguno de ellos.
A pesar del aislamiento, hemos logrado conectar de otras maneras. En cuanto al círculo social, se reprodujeron reuniones, cumpleaños y hasta fiestas, de manera virtual, como así la constancia en consultar a otro ser querido cómo se encuentra o cómo pasa este tiempo. A nivel personal, muchos aprovecharon esta oportunidad para estudiar, desarrollar nuevas habilidades o simplemente hacer cosas nuevas.
Ya hemos hablado de esto en detalle, pero el teletrabajo aprovechó al máximo su exposición y debate, para quedarse con una parte de las agendas de muchos trabajadores y empresas. Generó nuevos negocios, maneras de gestionar empresas, y dio la posibilidad a muchos de balancear su vida personal con la laboral (no en todos los casos, pero ha existido la oportunidad).
El hecho de hacer deporte, actividad física, como así pensar en el cuidado real de la salud tanto física como mental, es algo que comenzó a hacerse visible. Somos personas, seres sociales que necesitamos del contacto humano, como del cuidado propio. El gran impacto del aislamiento, puso en evidencia que es un hecho no menor para tener en cuenta.
Concluyendo, el cambio al que deberíamos apuntar debería enfocarse en impulsar la economía digital, aumentar los medios y canales de cómo accedemos a más productos y servicios, a mejorar la conectividad interpersonal (sin descuidar la empatía humana), pero también a cómo queremos ser gobernados y que rol pensamos y queremos para los ciudadanos.