La compra del Popular
16 de Junio de 2017
16 de Junio de 2017
Por Javier Rivas, director del Máster en Dirección y Gestión Financiera de EAE Business School
Para una generación, el Popular representaba dos cosas: la eficiencia máxima y el control de riesgos. Esto le llevó a ocupar las primeras posiciones en los ratios bancarios y en las preferencias de los analistas durante décadas.
Nadie, con más de 30 o 35 años, podría haber imaginado que ese banco, paradigma de la solvencia y el buen hacer bancario, podría llegar a esta situación. En la génesis de la crisis hay que remontarse un poco a los años previos a la crisis financiera, cuando el banco decidió que el paradigma había cambiado… su reflexión estratégica es que su prudencia había sido excesiva, siendo cambiada por la búsqueda incesante del crecimiento.
El problema fue que, en esa nueva estrategia, el banco se cargó con más de 35.000 millones en activos dudosos inmobiliarios. Probablemente, si el banco hubiera reconocido el problema hace unos 2-3 años y hubiera tomado medidas agresivas de venta de activos, la situación hubiera sido reconducible.
Para completar el complejo panorama, los famosos estrés test que miden la solvencia (y no la liquidez) apuntaban a problemas resolubles con moderadas ampliaciones de capital, la última de 2.500 millones de euros. El banco cumplía la normativa, incluso con los ratios de liquidez a corto plazo (el famoso ratio LCR superaba el 140% cuando la obligación legal era del 80%).
Lo ocurrido después ha demostrado varias cosas:
Si a eso añadimos que la nueva dirección del banco, encarnada en Saracho, estaba más preocupada en que el precio fuera lo más atractivo posible para una factible compra, y día sí, día también daba informaciones, correctas sin duda, pero negativas para la evolución del valor… tenemos el escenario perfecto para lo que acabó ocurriendo.
¿Cuánto valía de verdad Popular? Con más de 35.000 activos dudosos, cubiertos al 65%, seguía teniendo algo más de 10.000 millones en duda, eso se suma a las más que probables demandas por la ampliación de capital en las que no se fue claro con las expectativas, y a un capital muy justo para afrontar la entrada en vigor de Basilea III en todos sus aspectos. Todo sumado era mucho más que los 1.400 millones que valía el banco en bolsa.
En realidad, el valor era negativo, por lo que el supervisor europeo decidió su "resolución" a través del MUR y del FROB. Santander fue el único que no pidió garantías para las potenciales pérdidas futuras (por ejemplo, por las demandas) y se quedó el banco por 1 euro.
La duda es… ¿hace bien el Santander? Si consigue cubrir la ampliación de capital y soltar lastre de activos inmobiliarios, consiguiendo precios en el entorno del 50% de la valoración de los mismos y, además, evita parte de las demandas compensando a los clientes del Popular que acudieron de buena fe a la ampliación, hará el negocio del siglo. En caso contrario, el lastre inmobiliario del Popular seguirá siendo una pesada carga para el Santander.